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Parcelas floridas

Las “Parcelas floridas” son una instalación pensada exprofeso para la Terraza de Casa Wabi Sabino.

Configuran un jardín híbrido, una estancia para la deriva, la meditación o el receso.

La parcela al centro hace un guiño a las rotondas de los jardines franceses que ubicaban con frecuencia fuentes en su interior; pero en ese caso, se trata de un oxímoron, es decir, de una vasija que cuando llueve, más que contener el agua, la ve vaciarse a través de ella.

Las otras dos rotondas, a ambos costados y alineadas con la central, hacen referencia a los chalchihuites: aquellas representaciones simbólicas de lo valioso en lengua náhuatl, como las joyas y la sangre, que aparecen en los códices prehispánicos y en el lenguaje poético que logró preservarse.

Estos chalchihuites son aros múltiples que a su vez tienen una rodela más a su exterior conformada por otros tantos cuerpos con la misma forma de anillos concéntricos.

Todos estos elementos son petates y tapetes alternados dispuestos a piso que pretenden invitar a quienes visitan el jardín a reposar sobre ellos y habitar el entorno.

Al centro de ambos chalchihuites se encuentran jardineras: una con salvias moradas y la otra con cempaxúchitl roja salpicada de amarillo, que hoy llaman clemolito, y es la que más se acerca a la que existió hace cinco siglos.

Los jardines mesoamericanos, como los de Texcoco o el de Netzahualcóyotl, eran ricos en especies medicinales y en flores olorosas. De entre las de mayor fragancia estaban la salvia y la cempaxúchitl. Al igual que tantas otras, estas especies migraron y florecieron en otras latitudes adaptándose a los nuevos terruños y a los caprichos de los floriculturistas locales.

De las dos parcelas en forma de chalchihuites emergen esculturas que se mezclan con los pequeños territorios florales y sus gamas cromáticas. Este par, junto con la vasija de la rotonda central y una cuarta que se encuentra dispuesta entre las plantas que el arquitecto Alberto Kalach dispuso para la zona verde de este espacio, están inspiradas en vasijas del horizonte prehispánico.

A diferencia de las originales, están hechas en estructura metálica y tejido de cordones plásticos, haciendo referencia a la silla Acapulco, diseño anónimo mexicano, deriva de la Bauhaus en México.

Dicha manufactura busca engarzar la vulnerabilidad de ese diseño moderno mexicano -sin copyright y por lo mismo sin derechos sobre su reproductibilidad- con las vasijas cerámicas mesoamericanas: frágiles en su materialidad y consideradas uno los objetos más traficados ilegalmente.

Mi trabajo se ha dedicado en buena medida a la restitución simbólica de patrimonio expoliado y es por ello por lo que las piezas escultóricas hacen alusión a objetos de horizontes temporales anteriores: de la antigua Mesoamérica y la zona andina, que abandonaron de manera forzada sus lugares de origen y que desafortunadamente quedaron invisibilizadas por los mecanismos y devenires que el tráfico ilegal les impuso.

En este jardín entran de nuevo a nuestro imaginario corroborando las múltiples vidas que los objetos pueden tener cuando abandonan su condición de reliquias y se agencian con sujetos que viven en un presente y se deleitan fabulando con el pasado.

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